Particionar el disco para Linux

¡Dejá de temblar, es más fácil que pelar una mandarina!

¿Te picó el bichito de Linux? ¡Dale gas nomás! Pero antes de que te mandes a lo loco, hay que hacer una parada obligatoria: particionar el disco. No te hagas drama, no es cosa de otro mundo. Es como organizar el baúl del auto: un poco de orden y encontrás todo al toque.

¿Qué es el particionamiento de disco?

A ver, pibe, pongamos las cosas en claro. Imaginate que tu disco duro es una pizza gigante. Si no la cortás en porciones, vas a tener todo mezclado: la muzza, el tomate, la rúcula… ¡un desastre! En cambio, si la particionás, tenés una porción para el sistema operativo, otra para tus fotos del asado, otra para los videos del gato… ¡y así!

¿Suena mejor, no? Bueno, basta de cháchara y vamos al grano:

Pasos para particionar el disco (sin que te tiemblen las patas)

  1. Hacé un backup de todo lo que no quieras perder (¡en serio!)

    Sí, ya sé, suena a sermón de la abuela, pero haceme caso. Si tenés cosas importantes, guardalas en otro lado antes de meter mano. Porque, como dice el dicho, “más vale prevenir que curar”. ¡Y no queremos que después estés llorando sobre la leche derramada! (en este caso, por los archivos desaparecidos…)

  2. Arrancá con el instalador de Linux (¡sin miedo al éxito!)

    Cuando arranques desde el pendrive, vas a llegar a una pantalla donde te pregunta si querés una instalación automática o personalizada. Acá es donde te ponés la camiseta de experto: elegí “Instalación personalizada” o “Particionamiento manual”. ¡No te asustes, no es un examen final!

  3. Elegí el tipo de partición (¡como si fueras a armar un equipo de fútbol!)

    Linux se lleva bien con varios tipos de partición, pero hay algunos que son los titulares indiscutidos:

    • / (raíz): Acá va todo el sistema operativo. Es como el corazón de la máquina, donde se guardan los archivos más importantes. Con 20GB o 50GB vas a andar joya, dependiendo de cuánto espacio necesites.
    • Swap: Es como el arquero suplente. Si la computadora se queda sin RAM, este espacio entra a la cancha. No hace falta mucho, con 2GB alcanza y sobra.
    • /home: Acá van tus cosas: las fotos del asado, los videos del gato, los documentos del laburo… ¡todo lo tuyo! Si tenés un disco grande, dale espacio a esta partición. ¡No queremos que te quedes sin lugar para guardar las fotos de las vacaciones!
  4. Elegí el sistema de archivos (¡como si fueras a elegir el vino para el asado!)

    Linux tiene varios sistemas de archivos, pero el más popular es ext4. Es como el “tinto de la casa”: rápido, seguro y confiable. Si no sabés cuál elegir, quedate con ext4 y no te vas a arrepentir.

  5. Particioná con amor, pero con cabeza (¡como si fueras a cortar la torta del cumpleaños!)

    Acá es donde te jugás el partido: tenés que decidir cuánto espacio le das a cada partición. Acordate, no hace falta un montón de espacio para / (la raíz) o Swap, pero /home merece que le des un buen pedazo de la torta, sobre todo si pensás guardar muchas cosas ahí.

  6. Instalación y ¡listo el pollo!

    Después de particionar, el instalador de Linux te va a pedir que confirmes. Si todo está bien, te va a decir: “Listo, ya está todo preparado”. Ponés “Aceptar” y listo, Linux se va a instalar en tu disco según lo que decidiste. ¡A disfrutar!

Consejos para que todo salga de diez

  • No te apures: Si no sabés qué estás haciendo, tomate tu tiempo. Un disco mal particionado es como un asado quemado: no lo podés arreglar después.
  • ¡Cuidado con la partición de Windows!: Si estás haciendo una instalación dual (con Windows y Linux), asegurate de no borrar la partición de Windows. ¡Nadie quiere perder todo lo que tenía en el otro sistema!
  • No temas por el espacio: Si pensás que te vas a quedar corto, no te preocupes. Linux es bastante eficiente con el uso del espacio. A medida que lo uses, te vas a dar cuenta de cuánto realmente necesitás.

¿Y si metí la pata?

Mirá, si te mandaste alguna macana, no te hagas drama. Podés hacer cambios más adelante. Linux es como un buen amigo: siempre te da una segunda oportunidad.

Y ahí lo tenés, che. Particionar el disco para Linux no tiene que ser un dolor de cabeza. Con un poco de paciencia y estos consejos, vas a tener todo organizado en un abrir y cerrar de ojos. ¡Ahora sí, a disfrutar de tu nuevo sistema operativo sin miedo al desastre!

Si alguna vez te preguntan por qué elegiste Linux, podés responder: “Porque sé lo que estoy haciendo… más o menos”. ¡Y no te preocupes, eso está perfecto!

Nos leemos!

Tuxnauta.